domingo, mayo 02, 2010
Marcha atrás
Siguiendo la carretera las ruedas del coche levantan un polvo que esconde todo lo que se dejó atrás. Frenar delante de la garita del peaje, punto de no retorno. Traspasando la barrera del peaje se entra en una autopista, no hay vuelta atrás. El polvo quedó lejos, en una carretera secundaria, escondiéndolo todo. Telón de acero que salvaguarda el alma como si fuera el papel de buruja que envuelve una estatuilla de porcelana. Los pinos pasan volando, masa verde de múltiples tonalidades que se mezclan formando una masa contínua: arabescos verdes que asemejan el humo de una cachimba marroquí. Momento de relax en el que te quedarías dormida sucumbiendo a los brazos del sueño que te conquista desde el silencio del habitáculo del coche. El cielo, constante monocromática que se une allá lejos con el alquitrán de la autopista, el punto al que hay que llegar. Corre, corre, el reloj te va a atrapar. A medida que pasa el tiempo se va haciendo más grande y corre detrás tuyo por la autopista intentando atraparte, intentando aplastarte. Crash. Allí estás tú, tirada y aturdida en la cuneta con trozos de cristal incrustados en la cara, en los brazos, en tus manos, pero te levantas y continúas tu camino. Hay que alejarse antes de que el reloj se despeje de la desorientación del golpe. Te duele todo, te arrancarías medio cuerpo para no seguir sintiendo dolor, te tienes que marchar. Te empiezas a alejar; primero caminas, todavía te duelen las piernas por el impacto, pero a medida que coges confianza empiezas a darle más deprisa a las piernas, un paso, otro paso, una zancada, otra.... trote...... corre, corre, corre.... en cualquier momento el reloj volverá en sí e irá a la caza de tu cuerpo magullado. El reloj, que cada vez es más grande, como un tomate transgénico defectuoso que crece desproporcionadamente puede emprender otra vez su rodadura y te puede atrapar. No te puedes quedar atrás, camina, camina, camina o rebienta. No puedes ir al hospital que está al otro lado del peaje, sólo puedes ir hacia adelante, hacia el punto de fuga que se dibuja delante tuyo, siempre igual de lejos por más kilómetros que recorras. Corre, corre, corre hacia la tierra prometida donde te espera un hospital, una cama, una sopa de miso, una hambruguesa de cinco pisos, un lugar donde la hierba es suave como la seda y las nubes son algodones de azúcar. Corre hacia Oz o en el próximo impacto el reloj te pulverizará los huesos de la caja torácica y resquebrajará el corazón.
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2 comentarios:
jo... Hoy te has salido... Me encanta cómo construyes.
Ahora me dan miedo los relojes.
Menos mal que no llevo.
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