POR LA CALLE DE ALCALÁÁÁÁ CON LA FALDA ALMIDONÁÁÁ!!!

Bueno señoras y señores, chicas y chicos, niñas y niños me vuelvo a ir a los Madriles pero esta vez sin traje de chulapa sino con disfraz de monjamón un poco distraída. Tengo ganas ya de bajar del Alsa y poner el pie izquierdo (es que soy zurda y el derecho me trae mala suerte) en el asfalto madrileño.
Siempre que ando agobiada me va muy bien escaparme unos días, si puedo, claro está a otro lugar, cambiando de aires recargo las pilas. Como en estos últimos meses han sucedido muchas cositas, unas buenas y otras no tanto ya es hora de tomarse un respiro, vampiro!.
Me gusta escaparme de vez en cuando a Madriz me mata por varios motivos. El primero y el más importante es que allí tengo muy buenos amigos y siempre me apetece verlos, son amigos a los que tengo muchísimo afecto y es una lástima que vivan tan lejitos, aunque siempre los tenga cerca, pero de vez en cuando siempre va bien y es una alegría verlos físicamente. También es verdad que siempre que voy a Madrid entro en un universo almodovariano 100%. Tengo la suerte o la desgracia (depende del día) de que el surrealismo es algo muy presente en mi vida, pero el almodovarianismo normalmente me suele acontecer en la ciudad del oso y el madroño.
La penúltima vez que estuve allí es la que guardo con más cariño en mi recuerdo. En una o dos semanas me pasaron cosas que normalmente suelen suceder en periodos de tiempo más dilatados. Pasaba una cosa, no acababa de terminar y ya sucedía otra. Fueron días de surrealismo, de risas y de tonteos.
Ahora probablemente sea diferente y no quiero tener ningún tipo de espectativa porque ya se sabe: cuantas más espectativas tienes más grande es la decepción.
Sé que por un lado me encantará estar allí, pero a lo mejor por otro lado hay cosas que me darán penita, o no, no sé. Es que las cosas que me gustan no sé por qué pero me hacen llorar. Qué sensiblona que soy, leñe!