lunes, marzo 26, 2007

TIEMPO DE BLOODY MARYS Y PIANOS




Esa noche fuimos al piano-bar para celebrar mi 35 cumpleaños. Pero antes pasé por tu casa para hacer la primera copa. Cuando llegué a tu casa tus ojos eran diferentes, brillaban demasiado, era como si te hubieras metido un fluorescente de cadena de montaje con calzador en la mirada. Me inquietaste. Te pusiste esa camiseta negra que Gisela decía que te quedaba tan bien porque te resalzaba el escote. Tonterías que se dicen cuando se va de compras y para que no te den el coñazo te inventas cualquier excusa de ‘te queda bien’ para largarte lo antes posible. Te sentaste muy cerca de mí- demasiado- pensé. Estar a tan corta distancia de cualquier persona siempre me ha incomodado y más tú aquel día en el que tenías esa mirada tan extraña y tan penetrante. Al llegar a tu casa me diste un beso largo en la mejilla, tan largo y tan tierno que me pareció durar una eternidad y que me cortó la mejilla como si fuera una cuchilla. Nunca he sido amiga de la ternura porque nunca me ha venido a acariciar, una se acaba acostumbrando a las carencias y al vacío. Aquel día no estaba para hostias y sólo quería meterme la máxima cantidad de alcohol que aguantaran mis venas y mi hígado para olvidarme de que cumplía un año más y de todo lo demás, al fin y al cabo cuando actúas a tumba abierta ya lo dice la canción - la noche es mágica y trágica también -. Descorchaste la botella de mi vino preferido y brindamos por la salud, las pesetas y porque nos crecieran las tetas- qué estupidez en realidad, pero es un clásico en nuestros brindis y en el día de mi cumpleaños no podía faltar, la tradición es así, la cumples por inercia, no por ilusión-. Yo sabía que me querías decir algo importante, tus ojos chispeantes, tus manos inquietas y el movimiento inconsciente de tu tobillo te delataban pero sabía que no te atreverías, siempre has sido una cobarde y sabes que esa característica tuya no me gusta, bueno, en realidad no me gusta en nadie, odio a los cagados y por eso me gusta desafiaros. Me callé como una puta- en realidad muchos dicen que lo soy porque muchas veces me voy con quien me lleve a casa- y seguí bebiendo. Salimos a la calle y nos metimos en un bar, luego en otro, luego en otro… y no me decías nada. Notaba cómo te ibas estremeciendo a medida que pasaban las horas o a lo mejor era la mezcla del licor con mi cansancio mental lo que me hacía percibir eso. Cada vez te costaba más hablarme y me mirabas con más deseo. Llegamos al piano-bar. Al lado del pianista había un señor que por la pinta que tenía seguro que era comercial de Tecnocasa, esos tan pesados que cada semana van a darte por culo con la misma monserga de que si tu piso es de propiedad o es de alquiler- y yo me pregunto que qué cojones les importará-, de hecho una vez le pregunté a un comercial que qué tipo de coños le gustaban más si los rasurados o los poblados, que era el mismo tipo de pregunta tonta que él me hacía sólo que de una intimidad diferente; no me respondió y se fue. Mientras tanto sentada en aquella mesa como de cabaret decadente con lamparita de habitación del pueblo de cualquier abuela yo seguí pensando en lo imbécil que eres, no tú J, sino tú A. Te tenía delante a ti J, tan guapa como siempre, tan atenta conmigo, como siempre, creo que eres la única persona que ha tenido detalles conmigo y que me ha tratado como algo más que un número o un pedazo de carne al que llamar buscando mimos y caricias para no sentir el peso de la soledad, chupar, sobar, penetrar y lugar para eyacular no sólo semen, sino también mucha mierda y miseria. Era como si no estuvieras J, en realidad no me importabas mucho ni tampoco me importaba lo que ya me imaginaba que me acabarías confesando con vergüenza. Esa vergüenza que me enternece porque muchas veces me hubiera gustado tenerla delante, ver cómo alguien que me gustaba se sonrojaba y allí estabas así de esa guisa y yo sintiéndome mal por no poder quererte y mira que eres la única persona que se merece mi cariño y eres la única a la que no se lo doy porque no me gustas. Sabía que no te gustaría mi respuesta si en algún momento me formulabas la pregunta clave y génesis de tanto desasosiego por tu parte, pero tampoco me importaba buscar la manera más delicada y el tacto para decirte que la cosa no era recíproca. Me daba igual. Siempre da igual el corazón de los demás cuando te acaban de resquebrajar el tuyo en mil pedazos. Es egoísta lo sé, pero para recomponer un corazón hay que armarse de todo ese egoísmo que se deshechó cuando se amaba en pro de la entrega. Cuando te sientes como una muñeca de porcelana rota en el suelo te vuelves insensible e incluso te gusta la idea de ser por una puta vez una femme fatale por la que al menos una vez alguien sufra por ti y no la misma cancioncita de siempre de pasarlo mal por alguien que ni te tiene en cuenta. Estar descompuesta en el suelo duele mucho y alguna vez quieres ser la vencedora de la batalla. Cuántas veces te he querido pagar con la misma moneda a ti, que eras alguien para quien lo único que era dos piernas que se abren y que albergan un agujerito oscuro que es fuente de deseo y rincón de placer donde embestir las feromonas, la carne y lo que haga falta haciéndome creer que me querías para tenerme a tu disposición. Cretino. La sordidez de la pasión y del deseo es así. ¿ Cúantas veces habré fantaseado con ser Lola Lola de la peli ‘El ángel azul’? ¿ Por una vez invertir los papeles? ¿Por una vez no dejar de ser, claro está, es imposible que sea de otra forma un cuerpo, por una vez ser un cuerpo al que no hieren, que ataca? Pensé en follarte esa noche aunque no me gustabas. Me daba igual. Probablemente me hubiese metido entre las sábanas de cualquier persona, seguro que no me hubieran dedicado tanta ternura como tú J, pero seguro que mucho más que tú A en todos estos años. Los minutos, las horas, los días, las semanas y los años han pasado y no me he podido enamorar de ti. Jamás me podré enamorar de ti y mira que lo he intentado por el método del autoengaño. ¿ Y cómo me puedo enamorar de alguien que es incapaz de amar si el amor es reciprocidad? Yo ahora sólo siento asco y despecho por tí, es así, no lo puedo evitar. Y tú J allí, toda bonita bien puesta y bien mona intentando que te ofreciera un beso que no deseaba, qué linda eres! Generalmente los besos me los roban o me los timan y tú esperabas a que yo te los regalara.
Eres el ser más miserable que he conocido porque me has robado los mejores años de mi vida, porque me vendiste algo que no existe, porque me robaste todos los secretos, todas las ilusiones, todos los proyectos y todos mis sueños. No me has dejado nada, sólo vacío y esa cara de tonta que se le queda a la gente cuando se la pegan con el viejo truco del Tocomocho. Pienso que de momento no me queda nada más que el rencor y no me gusta la sensación. Hasta cierto punto puedo entender a esas mujeres que dicen que todos los hombres sois unos desgraciados. Sin embargo yo no creo que todos lo seais sólo sé que tú me has jodido, bueno, me has rejodido y también sé que cuando pase el rencor y me desapegue de ti, cuando no sienta ni rabia ni odio ni nada malo ni nada más que indiferencia volveré a quererme. No conseguí quererte porque cómo se puede querer a alguien que no da amor y que encima te comenta sus infidelidades haciéndote sentir la mujer más nimia y con menos valía y más insignificante que te puedas echar a la cara. Llegúe a pensar e interioricé que no me merecía que me quisieras como la otra gente quiere a sus mujeres, pensaba que era indigna de ello. Aunque es verdad que sí aprendí contigo algo, aprendí a sentirme vulnerable y pequeña y a no quererme.
El pianista tocó ese bolero que me gustaba tanto y el hombre que parecía un comercial de Tecnocasa cantó, eso sí, muy bien esa letra que dice ‘es por culpa de un amor como no hubo otro igual que me hizo comprender todo el bien todo el mal…’. Justo en ese momento entraron varios personajes de la farándula, más bien dicho del mundo del teatro mientras una señora regordeta se ponía a llorar en una mesa al lado de la nuestra. Volví a la barra a pedirme un Bloody Mary- me encanta el zumo de tomate y el sabor picante del tabasco. Un hombre con pinta de ‘quiero y no puedo’ se me acercó y me empezó a hablar. Me hablaba sobre escalada a las cuatro de la mañana, no me lo podía creer. Me contaba que si en la montaña se encontraba consigo mismo y no sé qué más cosas pseudoespirituales de baratillo que se utilizan para cortejar a esas horas de la mañana. Alguien con la voz rasgada cantó otro bolero, era algo como de un vendaval o algo así. Me cansé de oír al señor espiritual, le dije que me pagara la copa y me fui del bar. Lo siento por ti J que te dejé allí tirada, por una vez pensé en mí y en mis necesidades y me largué porque tenía que respirar.