lunes, septiembre 09, 2013

La ley de las flechas que se pierden

Siempre que disparas tienes que medir la trayectoria de la bala. No puedes disparar impulsivamente. Ese es el primer error.  Tienes que calcular la distancia desde la punta del cañón hasta el objetivo. Tienes que calcular la velocidad de la bala en función del arma. Debes  tener en cuenta el calibre, el ángulo de desviación, los nervios e incluso como viene el viento. No puedes disparar impulsivamente. Disparar es algo muy serio. Y no se puede fallar.  No puedes. Porque si no lo haces bien el único responsable de no dar en el blanco y de joderte el brazo y el pecho a la altura del corazón serás tú. Cuando dispares tienes que calcular  dónde está el adversario, predecir sus movimientos, calcular todos los factores que puedan influir en el disparo, entre ellos, a parte del espacio y de las características del arma, también el tiempo. Pero lo más importante, a lo que más debes prestar tu atención es a tu adversario. Debes observar antes de, incluso antes de que empiece a pasarte por la cabeza la idea de dispararle, en cuál  es su actitud, si se merece o no un tiro certero. Y cuando decidas disparar, si has observado bien y quieres darle, sólo tu estupidez te hará fracasar. Recuérdalo. También tu estupidez es la que te hará equivocarte de blanco.  Siempre ha sido así, si una bala falla, sin duda, el error será humano. Tuyo. De nadie más.



Pegar tiros es una gran responsabilidad. Aquí todo el mundo se cree que porque tiene un arma, un dedo y un par de cojones, o dos dedos de frente menos, puede disparar. La pena es que desgraciadamente las pistolas son algo muy democrático. Todo el mundo las puede tener, pero pocos las saben manejar. Por eso si no estás preparado para tener un arma no compres un arma, amigo.  No seas tonto y no te metas en berenjenales de los que no podrás salir bien parado. No porque te disparen, porque no te dispararán, los buenos adversarios no disparan nunca. Permiten que tu gilipollez sea la que te mate. ¡¡¡Bang!!! Aunque si eres estúpido, amigo, ya estás muerto.

Lo peor es cuando tu adversario es una mujer. Aunque lleves metralla hasta en los dientes, ella sin ni siquiera desenfundar te habrá desarmado.  No todas, pero las más peligrosas sí, esas nunca se olvidan amigo, siempre están aquí, en tu cabeza. Tú piensas que las tienes en la punta de la polla, pero están incrustadas como una puta garrapata en la cabeza, chupando tu sangre, comiéndose tu alma, sin ni siquiera pretenderlo porque ellas no querrán hacerlo. En realidad si te consumen hasta la médula será producto de tu propia estupidez, no las culpes. Con las mujeres como adversarias ya puedes tener una nueve milímetros, una recortada o un bazoca, que entonces será lo mismo que tengas o no tengas arma. Dispares o no estarás jodido.  Y si ella es lista entonces morderás polvo, te cagarás en el suelo mientras agonizas y serás tú quien llame al enterrador y elija el puto ataúd de pino para meterte bajo tierra y que no te vean más de la puta vergüenza que te dará ver que no eres más que un hijo de puta gilipollas. 

Ojo, es importante. Tu adversaria te estará observando desde mucho antes de que tú te des cuenta de que será tu próximo blanco. Eso es lo que tú creerás, que es tu blanco.  Llevan ventaja amigo, debes contar con ello. Y si eres un panoli, que tienes cara de panoli, de esto no tienes ni puta idea. Pero es importante, es de lo más importante.  Abre las putas orejas y escúchame, que me has caído bien, chaval. Para disparar a alguien y tirarlo a tierra tienes que saber como mínimo cómo actúa una especie de retrato robot mental suyo, algo genérico, tampoco tienes que profundizar porque no tendrás tiempo. Pero tienes que, más o menos, saber contra quién coño te enfrentas.  Y más te vale que empieces a entender cómo funciona la cabeza de esas perras hijas de Satanás. Porque son muy listas, y aunque por suerte no todas son listas, más bien pocas en el fondo, por desgracia amigo, hasta las tontas, que son la mayoría, son más listas que tú. O tienen más suerte que tú. No hay opción. Será porque ellas nos vuelven locos y es imposible resistirse. Pero cuando te toca una lista, mierda amigo, cuando te toca una adversaria lista y voluptuosa, me cago en Dios, eso es peor que una condena eterna en el puto Infierno. Y cuando tú mismo te condenas no tienes nada que hacer. Porque puedes resistirte, amigo, pero los gilipollas como tú no tenéis ni pelotas ni cerebro.  Con las tías listas tú no tienes prácticamente... No tienes nada que hacer. Pero óyeme bien,  el secreto es que a las listas también se les puede dar bien, ¡Bum! y las pelas.  Por eso observa, mira, ten ojos hasta en el culo, amigo. Aprende.   Procesa lo que vea hasta tu ojete, lo que escuchen los oídos, lo que vean tus ojos, lo que sienta tu piel, aprende hasta de lo que veas que nota tu puto perro cuando se pone a ladrar. Hay muchos tipos de ladridos. Cada puto ladrido de tu perro quiere decir algo concreto, ese es su lenguaje, su sistema de comunicación, lo tienes que entender como si fuera tu jodida lengua materna. Aprende de todo lo que veas, estate atento, porque si no no tendrás nada que hacer.  Si no lo haces, a tu adversaria, aunque la dispares con una automática, ni la rozarás. Y lo que es peor, tú sin darte cuenta habrás hecho una ruleta rusa con tu cabeza. Y tu puta cabeza estará rota en mil pedazos, los coágulos pegados en las paredes, tu cerebro desparramado en el techo y tú ni lo notarás. Te quedarás con la cara de idiota mirando al cañón pensando en que le has dado de pleno. Imbécil. Te pongo un poco más de hielo.  Y a esa, a esa la estás mirando. A esa la quieres disparar. No lo hagas, no lo hagas porque esa te va a matar. Esa es lista y está buena, esa es un puto peligro. Mírala, observala. Lo que pasa es que esa zorra al menos es educada. Y tiene clase, a parte de unas tetas de cojones y unos ojos espectaculares. La única diferencia significativa respecto a otras es que esta al menos es buena gente, siente compasión, pero si te tiene que matar, no lo olvides, te matará.  Aprovéchate de su compasión, es tu única vía de escape, lo que te salvará antes de que la dispares. Y por tus putos ojos y por esa puta mirada con la que la acaricias me está diciendo que ya estás muerto, cabrón. No dispares, ni se te ocurra disparar. Vete, sal corriendo de este bar. Paga tu whisky y el suyo y sal corriendo ya. Aunque te pregunte que qué te pasa, no dudes ni un solo segundo, vete de putas, vete a casa, mátate a pajas, llama a tu ex y fóllatela, pero no escuches su puto canto de sirena cuando te pregunte -¿Qué te pasa? ¿Algo va mal? ¿Estás bien?-. Joder, tápate los oídos sobre todo cuando intuyas que te va a preguntar si estás bien, porque sin rozar la pistola ya te habrá disparado.  No me mires así, no me mires así, porque ella ya ha disparado y no te has dado ni cuenta. La llevo observando toda la noche, ¿Ves? Es lo que te decía antes, las tienes que observar antes de disparar. Como te he visto cara de buen tío sabía que vendrías a pedir una copa para ella y otra para tí y te quería ayudar. Poner copas en un bar desde hace 30 años te da la posibilidad de entender cómo funciona el mundo. Es muy sencillo. Al mundo lo mueve la ley de causa y efecto. Porque no existe el caos. Olvídate. El caos sólo existe en las cabezas porque el mundo tiene un orden, es una melodía en la que cada puta nota está donde tiene que estar, y es la melodía más bonita del Universo. Pero pocos la podemos oír, porque el mundo tiene música sólo para los que escuchan. Y a tí te ensordece tu estupidez.  Unas veces es una melodía en La menor y otras en Si Mayor. Que la escala sea menor o mayor es lo que marca si la historia será un puto drama o una jodida triunfada. Y a esa no la vas ni a rozar. Ella ya disparó en otra dirección, no sé cuándo ni dónde. Pero créeme, disparó. Es evidente que ni te lo ha dicho, ni te lo figuras, ni tienes puta idea porque tu gran error es que sólo estás pendiente de tu pistola. Error. La llevo mirando toda la noche, como para no mirarla, sería gilipollas si no la mirase y te digo una cosa, quizás su bala se perdió, pero es lista, y por eso está aquí contigo. No porque seas el adversario con el que quiere batirse en duelo. Para ella la vida sigue adelante, entiende cómo funciona la sinfonía del universo y baila dejándose llevar por su ritmo, esa es de las jodidamente listas.  Las mujeres vayan a disparar o no siempre tienen que tener un jodido adversario delante. No sé si la bala que disparó y falló la mató o salió malherida o la revivó. Pero corre, chaval, corre, lárgate de aquí, te invito yo. Nunca, nunca, nunca, de ahora en adelante, se te ocurra disparar a una tipa que haya disparado antes que tú hacia una dirección en la que, evidentemente, no estabas colocado tú. Porque aún y así,  aunque tú no estuvieras en esa trayectoria, su bala te mataría.

 

4 comentarios:

Mameluco dijo...

Excelente, Angélica, excelente.

El Gélido Tolya dijo...

voy a ir a casa a por la pistola, porque ahora me he dado cuenta de que voy por ahí sin defensas ante tanto peligro.
grande, angélica.

Miss Lola Mento dijo...

Me congratula :-)

Miss Lola Mento dijo...

Estás seguro?