martes, septiembre 24, 2013

Sin embargo.



 


Me das amor, sin embargo mi corazón no sigue el ritmo.
Me das placer, sin embargo a veces te miro y no quiero hacer. Me das cariño, sin embargo ese parche no llena este vacío. Me tratas bien, pero cada vez que te escucho empiezo a ensordecer.


Intentas portarte mal, pero tampoco consigues darle la vuelta. Topas de frente con esta fría indiferencia. 


Vuelves a darme amor, pero nunca acaba de nacer esta flor. Podría ser muy bonita, la más bonita de todo el jardín. Porque cada día la abonas, la riegas, la recortas. No hay razón por la que no sea posible que sea hermosa, pero no lo es. No quiero que la recortes, quiero que crezca salvaje. Pero aunque la abones no crece. Y tú no lo ves. 

Cada vez que la recortas la haces más y más pequeña, es la flor más pequeña, más incluso que las violetas.  En este jardín del Edén el único ciego eres tú. Jamás será salvaje porque cada día está más y más moldeada, recortada, poco improvisada.  Cuanto menos doy más recibo, y cuanto más me das menos quiero recibir. ¿Cuál es ese cable que anda podrido? ¿Ese que causa este cortocircuito? No muerdas esa manzana, te verás desnudo. No muerdas la manzana, no soy Eva, soy K la serpiente. Que repta, que repta, que repta desde tu entrepierna, se enrosca en tu espina dorsal, sube por ella, se agarra al pulmón, rodea el corazón y lo engulle como si fuera un pequeño ratón. Sin embargo yo no quiero hacerlo, no lo hago, no repto para arrancarte el corazón de un bocado. Y sin embargo, sin quererlo, ya me lo he tragado. 

 
 Me das amor y no es que me quiera ir, es que ya me he ido, es que en realidad nunca he venido. 

No hay ninguna gotera que sanear no hay ningún vacío que rellenar. 

¿Quizás será que no me acostumbro a la idea de que se supone que tengo heridas que tendrías que rellenar?

 No quiero que seas un algodón, no quiero que seas mi gasa, no quiero que tus caricias ni tus atenciones se conviertan en yodo, sé que ese no es el modo. No quiero que me una a ti la soledad.

Yo no estoy sola.

 No tengo necesidad de rellenar la soledad. Quisiera poderte querer desde esta plenitud inmersa en el vacío. No te vayas a intentar ponerte a rellenar. 


 

Tú te crees que me ves desnuda mientras recorres mi cuerpo, pero entre medio hay un mar de velos que lo cubren todo, el mío no es este, es otro cuerpo. Te embarcas, navegas,  amarras... Pero ¿Quién maneja mi barca? Ay! ¿Quién maneja mi barca?  No es tu espuma, ni son tus estrellas de mar.

Me gustaría tener algo que ofrecerte, algo real que ofrecerte. Porque te engaño. No te miento, pero no te digo la verdad. Y la verdad es que no te doy nada, no comparto nada. Es todo una ilusión. Porque no quiero compartir nada. Me da igual verte disfrutar, en el fondo me da igual. Como te tengo cariño disfruto cuando te veo contento, cuando te veo gozar, cuando te veo disfrutar porque me encanta ver a la gente ser feliz. Sin más. 


 No soy un monstruo. 

Pero no realizo ningún esfuerzo por hacerte disfrutar, ni me interesa hacerte disfrutar, y no entiendo que por el hecho de hacerte caso ya seas feliz. WTF???

Sé que mucha gente pagaría por estar en mi situación. Esa gente que tiene goteras en el corazón.


Sé que les gustaría tener a alguien delante paliándoles el dolor,           
              reseteándoles el dolor, 

y luego en el momento más inesperado dar rienda suelta a ese extraño y enquistado rencor...

Rencor arcaico cosechado en temporadas y temporadas de fracasos convertidos en un aguijón bien afilado y envenenado. 

 Después del pinchazo corona de laureles. Presa sorteando el delirium tremens.  Mente calma, la venganza se ha consumado. Borrón y cuenta nueva, ahora a la caza y captura del amor. Esa gente no sabe lo que es el perdón.

Yo sé lo que es el perdón, he estado buscándolo por desiertos, selvas, bares, montañas, en los anillos de Saturno, en  Andrómeda y hasta en Ítaca. 

Busqué por todos los recovecos del universo, 
               surfeé estrellas, corrientes solares...
 me cansé,
llegué muerta 


famélica. 

Y sólo cuando regresé me di cuenta de que el perdón no se escondía lejos.
 El perdón siempre había caminado de mi mano, invisible, imperceptible. 

Había viajado conmigo hasta más allá del Infinito, porque estaba aquí, sentadito en mi corazón. Y aquí sigue, yo no tengo rencor. No teres mi chivo expiatorio.




Sin embargo, pese a tener limpio el corazón: No. No estoy. Y me da pena porque pienso que te mereces que alguien esté porque lo quieres y porque te lo curras. Y no me quiero sentir mal, pero mi viaje es otro, de momento viajo en moto. 


                                                           Lo siento, aquí no caben dos.
 








No hay comentarios: