domingo, abril 11, 2010

El domingo por la tarde las señoritas van a pasear.




El domingo por la tarde las señoritas van a pasear. Se embuten en sus mejores galas, se encaraman a unos zapatos de tacón y salen a la calle acompañadas por su bolso de mano y sus amigas. Van a tomar un café, o una cerveza. Comentan sobre lo que les pasó el sábado por la tarde en el cine, o en el guateque o en la parte de atrás de un coche desvencijado en lo alto de una colina.
Yo no salgo a pasear. Yo no me puedo permitir ese lujo, a veces dudo ser una señorita y entiendo que mis primos se rían de mí cuando a mí no me cuentan como una señorita en maratones de belleza en las que las otras féminas de mi familia se sumergen para estar guapas en una fecha señalada. A mí ya me da un poco igual eso de estar guapa o no, creo que ya no me interesa. A mí me interesan otras cosas, me interesaría arrancar estas cadenas que me fijan al suelo y no me dejan alzar el vuelo. Me gustaría viajar muy lejos pero desde el sitio donde estoy. No necesito irme, sólo necesito elevarme un poquito. Salir de esta "nieve televisiva" en la que me encuentro, donde todo es blanco o negro y como mucho tiende a gris. Yo necesito color. Los domingos por la tarde las señoritas salen a pasear ataviadas con ropajes y complementos de mucho color, pero yo no necesito color en mi ropa, sino necesito poner color en este desierto.

Me arrancaría la piel para dejar de sentirme una idiota. Me gustaría sacarme el corazón y meterlo en un bahúl de cristal para que no se acelerara por las noches y empezara a latir tan fuerte que parece que se me va a salir por la boca. Me gustaría disfrutar del sol que está masajeando el cuerpo de otros que están estirados sobre la hierba. Ese sol que calienta a las señoritas que salen a pasear.

Me gustaría que todo fuese normal, que tuviera la normalidad de la persona normal, pero eso sé que tampoco es lo que me gustaría. Me gustaría que llegase color para realzar el color que se está apagando. Me gustaría que la magia del color me sacara una sonrisa y me hiciera olvidarme de mis quehaceres diarios, de planchar la ropa, de hacer la comida, de cuidar del palomar, de llevar a los pequeños al colegio y hacerles la rebanada de pan con vino y azúcar de la merienda...
Me gustaría arrancarme la lengua para no hablarme, me gustaría que las cosas fueran menos complicadas, que no hubiera tanta tierra por arar, que pasara esta semana y que ya fuera sábado de la semana que viene y sólo es domingo, domingo por la tarde. Un domingo por la tarde que preveo que se va a alargar hasta altas horas de la madrugada. Y mientras tanto sigo luchando contra la pereza que me impide bajar a la farmacia a por Passiflorine. Sé que si no voy a por una botellita de Passiflorine me voy a arrepentir. Sé que es un placebo, pero si no está me siento descubierta sobre una tierra donde sólo hay viento. Como si durimera en una cama sin manta ni acompañamiento en pleno invierno. Sentiría como si faltara algo que a efectos da igual que esté o no, porque es sólo un placebo. Pero los placebos de vez en cuando surten su efecto. Me van a estallar los ojos de tanto mirar a una pantalla.


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