martes, abril 13, 2010

Los cuentos del día a día




Ayer por la tarde le dieron a María una bolsa donde ponía una cosa muy bonita. Control pincha constantemente cosas que ya ves...

"Un viejo indio estaba hablando con su nieto y le decía:

Me siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón. Uno de los dos es un lobo enojado, violento y vengador. El otro está lleno de amor y compasión.

El nieto preguntó:

Abuelo, ¿Dime cuál de los dos lobos ganará la pelea en tu corazón?


El abuelo contestó:

Aquel que yo alimente."



Menuda pinchada en toda regla de control.

Después de leer lo que ponía en la bolsa María, que en las últimas semanas se había quedado muda y nadie sabía por qué motivo ni causa de repente, así como si nada se arrancó a hablar. Eso no fue lo que sorprendió a sus compañeros de la oficina, porque antes de quedarse muda hablaba por los codos. Lo que les sorprendió es que por primera vez María hablaba con el corazón. María casi sin pensar vomitó la siguiente confesión:

"Y pasó el viernes, y luego el sábado y luego el domingo, y el lunes y hoy el martes y mañana será miércoles, pasado jueves y necesito un respiro porque si no no sólo tendré esa infección en el ojo que me lo está matando, sino que enfermaré todita yo. No puede ser que una viva sólo para trabajar, llegue a casa, no tenga un respiro porque tengo que continuar y encima en casa todo esté por hacer, porque o me lo hago yo o me lo como yo porque no lo hace nadie por mí. Montañas de ropa que no conversarán, papelajos por reordenar que no me dirán "venga, relájate, vámonos de cañas", un ordenador que no quiero ver ni en pintura, pero que tengo que abrir porque tengo que continuar.... trabajar, trabajar, trabajar, cuanto más trabajo al contrario de lo que siempre había pensado más me va vaciando, ironías de la vida... A veces me planteo si vale la pena tanto esfuerzo. Porque ya no sé qué es lo que vale la pena, encrucijadas de la vida, es como la encrucijada del corazón, como los lobos que habitan las cuevas del corazón, unos salvajes, despiadados, enojados y violentos y otros llenos de amor y de compasión. Yo no sé a qué lobo estoy alimentando porque no sé a qué lobo debo alimentar. Soy como una caperucita que huye delante de una manada de lobos tragándose toda clase de porquerías en forma de bollería industrial, chucherías y colesteralia varia para acallar los rumores que de la cabeza descienden al corazón. Esos rumores que sé que si no los aplaco van a bajar a alimentar a los lobos malos. Y yo en el fondo no quiero alimentarlos porque sé que mis lobos son muy fieros y muy malvados. Están allí, aullando, enseñando las fauces, dispuestos a atacar, a saltar a la yugular o donde haga falta. Tienen los ojos inyectados en sangre porque no les gusta estar atrapados. Tengo que liberarlos. No lo sé. Algo tengo que hacer, pero de tanto darme contra la pared me encuentro desorientada. No sé cómo explicarlo! Llevo todas estas semanas intentando encontrar la manera, por eso decicí no hablar hasta que encontrara la manera, pero es imposible encontrar la manera, porque sé que en cualquier momento, en un descuido los lobos malos se van a lanzar encima del alimento, que soy yo y todo estará perdido. Porque los lobos buenos siempre esperan a que tú les des, los malos no esperan, roban. Y puede que hoy los lobos malos se den un atracón. Y si se lo dan momentáneamente, como me pasa a mí cuando me doy el atracón de comida por las noches se sentirán muy bien, tranquilos y relajados, pero cuando ya se haya acabado el festín de la maldad mi corazón y mi conciencia se sentirán tan mal como me siento cada noche después de ponerme morada a grasa. Por eso no quiero alimentarlos, pero no encuentro la manera para mantenerlos alejados de la comida... Además me da mucha rabia haber declinado esa cita que tenía hoy y que hacía tanta ilusión. Estoy condenada a estar atada a este ordenador, a esta vida, a esta desazón...
¿Qué canción más bonita están poniendo en la radio de quién es?"

Y alguien contestó:

"De York".

Otro replicó.

"No, tonto, de Björk".


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