lunes, enero 16, 2006

LA CARA ES EL ESPEJO DEL ALMA


Y es que aunque se quieran esconder las verdades siempre acaban saliendo; las verdades son como un barrigón cervecero: aunque te pongas la faja más prieta que encuentres en la mercería (o farmacia) cuando te la quitas vuelve a aparecer la curvita de la felicidad/infelicidad que da tantos quebraderos de cabeza.

Normalmente la gente prefiere evadir las verdades a saberlas, pero yo creo que aunque duelan es mejor saber qué es lo que hay que después quedarte con dos palmos de narices y con la cara de alelada.
Pues llevo del orden de dos semanas, o incluso más intentando descubrir verdades que se ocultan y huyen de mí. A priori parece un absurdo porque, como ya dije antes la tendencia natural es hacerse la sueca para que no te haga daño eso que no quieres saber a pesar de que lo intuyas. Pero yo prefiero saber a que me siga lastimando hacer conjeturas, baticinios y quinielas mentales ... ya está bien!!! Es muy cansino. Así que de una vez por todas quiero saberlo todo y quiero decirlo todo. Decía un personaje de una película que las cosas más importantes son las que nunca se dicen y yo... pues la verdad quiero decir todas las cosas, desde las nimiedades hasta las más trascendentales y quiero escucharlas, porque me lo merezco. Ahora mismo soy como una olla exprés, tras el proceso de ebullición estoy a punto de explotar y si no hablo y digo que la cosa is over me voy a subir por las paredes y voy a salir gritando por la calle como una loca.
Otro problema que conlleva saber las verdades es el tiempo. Cuesta mucho tiempo arrancar una verdad de la boca de alguien (que no de sus actos porque estos suelen delatar la mayoría de las veces en un corto período de tiempo). Pero desde que empiezas a insistir hasta que llega la tan ansiada confesión puede pasar una eternidad.
Estoy harta de callar... estoy harta de esperar.... a lo mejor el día que te decidas a hablarme, porque creo que tienes miedo a enfrentarte a algo ya me habré ido y ya no querré escucharte porque sentiré que todo estará dicho por tu parte mediante tus mecanismos silenciosos y pensaré que no te merecerás nada más que mi indiferencia y mi vacío. Ya me empiezo a cansar y mi paciencia se agota día tras día y desilusión tras desilusión, porque sí, porque si no me cuidas, si no me riegas me seco... ya no tengo ilusión ni ganas de nada que tenga que ver contigo. Me dices que no puedes hablar conmigo, aunque yo te diga que lo necesito, tras lo que me "aseguras" que me quieres y que la cosa se va a arreglar porque me quieres y yo me rio de Janeiro con la boca desencajada. Si tanto me quieres y toda esa basura que me intentas meter en vena, buscarías la manera de hablarme, el momento, seguro que tendrías media hora para comunicarte conmigo si sabes que estoy decepcionada, desilusionada y con la necesidad de hablar las cosas. El problema es que a lo mejor pensabas que eras tú el que conducía esa relación y no era así. Te olvidaste que no era una bici, que era un tándem y si uno de los dos no pedalea el cacharro deja de caminar. Es un error jugar a ser Dios, ya lo sabían los antiguos griegos: siempre acabas pagando las consecuencias.
Yo ahora te voy a contar verdades, te voy a contar verdades, tralalá:
No te creas que por cuatro palabras de poeta de estar por casa me voy a comer tu discurso ingenuamente.
No creas que siempre voy a estar porque se me puede romper el amor y volar lejos de tí.
¿Tanto decías que teníamos que recoger los frutos de nuestro jardín? Pues si no riegas tu jardín las plantas se secan y no dan frutos y yo estoy más tiesa que una mojama, te recuerdo que no soy un cactus.
Ya no me aportas cosas buenas, sólo males de cabeza y enfados.
Ya no tengo ganas de tí. No quiero que me vengas a ver. NO quiero!.
Cuando te hablo o no me escuchas o tienes la confianza en tí mismo tan alta que piensas que aunque pases de mi cara vas a solucionarlo porque voy a caer en las redes de tus zalamerías.
Ahora incluso te estoy empezando a tener asco, me pareces despreciable, necio, engreído y cobarde y yo no quiero tener nada con nadie de tales caracterísitcas.
Tu síndrome de Peter Pan que te lo aguante otra, yo no tengo complejo de Wendy.
Ya he tragado y tragado y tragado y tragado... y ahora estoy demasiado empachada.

Pues ya ves, a grandes rasgos estas son mis verdades, verdades como puños, pero verdades al fin y al cabo; y la más grande y creo que todavía no te he dicho es que aunque fuistes muy importante para mí y en cierto modo aún te tengo un cierto aprecio, o igual es algo que tiene que ver con la nostalgia del pasado, creo que ya no te quiero.

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